Continuación de la primera parte
¿Qué pasa si lo que normalmente consideramos “el yo” no es nada por el estilo?
Cuando piensas en ti mismo/a... pues, ¿qué es realmente el yo?
Quiero hablar del verdadero Yo como el fundamento que lo abarca todo, el fundamento primordial y eterno del ser, y de cómo lo que cada uno de nosotros llamamos “el yo” —la personalidad, el ego, la narrativa— es un proceso dentro de ese fundamento del ser. Vale la pena repetirlo: el yo construido, la mente, el ego, la personalidad — todos son procesos. La individualidad es un proceso, una acción, un desarrollo dentro de un patrón más amplio.
Nuestra historia de nosotros mismos, nosotras mismas (la idea, por ejemplo, de que soy una persona de tal edad y tal género con ciertas experiencias de vida, ciertos planes, ciertos roles) es precisamente eso: una historia, no la Verdad. Ahora bien, no necesitamos apresurarnos a etiquetar esto como “bueno”, “malo”, “correcto” o “incorrecto”, simplemente déjalo reposar por un momento.
Estas historias parecen servirnos muy bien para navegar la vida y, de hecho, para tener una vida. Sé que se sienten muy reales, y para muchos que lean estas palabras, lo que estoy diciendo les parecerá ridículo: '¿Qué quieres decir con que no tengo esta edad y ese género, con este trabajo y esa familia, etc.?' Déjame intentar explicarte lo que quiero decir.
Nos identificamos tan fuertemente con nuestras historias que literalmente ya no nos damos cuenta de que eso es lo que son. Las historias son un aspecto integrado de la vida encarnada, y no estoy sugiriendo que debamos eliminar todas las historias para siempre y simplemente permanecer en una euforia llena de dicha y libre de historias. Lo que sí me gustaría sugerir es que desenredar nuestra identidad con nuestras historias es beneficioso. Esto significa desenredar la experiencia directa de nuestras interpretaciones e historias sobre la experiencia directa.
Este es un punto importante y a veces difícil de comprender al principio. Hay experiencia, inmediata y directa, y luego hay capas de interpretación de esa experiencia. Estas interpretaciones a menudo son tan instantáneas y profundamente arraigadas, tan habituales y automáticas que no nos damos cuenta de que son interpretaciones. A las interpretaciones se suman recuerdos y expectativas, deseos y preferencias, hábitos y miedos, etiquetas y categorías. Para tenerlo claro, todo esto es normal. Y todo esto se puede desvelar, revelando la experiencia directa.
Una opción es abordar esto como una práctica contemplativa. La contemplación significa recibir la realidad directamente —participar en la experiencia directa— lo mejor que podamos en el momento: recibir la realidad de manera simple e inmediata, y sin juicios, filtros o narrativas. Esta no es una hazaña sencilla.
Lo que esto hace, cuando podemos manejarlo, es que nos permite notar los patrones y hábitos propios de la mente: las formas en que la mente salta para etiquetar, interpretar, juzgar, criticar, etc., así como la forma en que esto distorsiona la experiencia directa. En otras palabras, la forma en que nuestras interpretaciones de la realidad impactan nuestra experiencia vivida. Cuanto más fuertemente apegada (algunos incluso usan la palabra adicta) esté la mente a las etiquetas, los juicios, etc., más desafiante será la contemplación. Este es un desafío beneficioso.
Ahora, me gustaría mencionar aquí que muchos probablemente hayan escuchado una frase como “el yoga es calmar las fluctuaciones de la mente” atribuida a los Yoga Sūtras de Patañjali: sūtra 1.2, yogaś-citta-vṛtti-nirodhaḥ, el estado de yoga es la tranquilidad de los movimientos de la materia mental. Incluso si sólo tocamos momentáneamente la experiencia directa sin que la mente superponga interpretaciones, hemos tocado ese yoga, ese “estado de unión” o ese estado de realidad sin filtros.
Sin embargo, es importante no confundirnos y pensar que debemos intentar forzar la mente a la quietud y el silencio. De poco sirve luchar contra la realidad: elija bien tus batallas. La mente es una herramienta maravillosa, si la usamos correctamente, y parte de su función es crear constantemente pensamientos, interpretaciones, historias, etc. Lo importante es desenredarnos o desidentificarnos del contenido de nuestros pensamientos y de las interpretaciones que se superponen a la realidad. No necesitamos negar estas interpretaciones, ni pensar que son equivocaciones, ni intentar silenciarlas. Incluso podemos dar la bienvenida a estas interpretaciones como útiles (gracias, mente, por hacer lo tuyo), y al mismo tiempo simplemente no identificarnos con esas interpretaciones. Ésta es una diferencia sutil pero esencial.
Entonces, ¿cómo te relacionas con esta práctica de desenredo? ¿Cómo es el permitir que la mente haga lo suyo, sin llamarlo una equivocación ni identificarte con lo que se le ocurre a la mente? Esto es parte de mi trabajo con Embodied Realization, y encuentro que es un trabajo profundo y hermoso. Me encantaría saber cómo te llega eso. Y pronto habrá más sobre este tema.
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